Cinco “extremistas”, la resistencia en Quilicura
Unas pequeñas gotas de lluvia caían, cuando sentado sobre
una vieja bicicleta tomaba rumbo hacia la Villa Gildemeister.
Las calles estaban desiertas no obstante que el recorrido lo hacía burlando la
calle principal donde, con toda seguridad estaban aún las patrulleras.
En la Villa Gildemeister , seguramente me encontraría con unos hermanos que muchas veces habíamos coincidido
en las distintas manifestaciones populares.
No demoré mucho en llegar a la Villa.
Algunas personas sonrieron al verme sobre la bicicleta. No
era común que yo usara bicicleta, menos aún para la gente que sabía que yo era
profesor y que tenía un buen aspecto de señor..
Eran una novedad en
todo sentido.
Ya sus casas, tenían un tipo de construcción diferente a las
casas de adobe que formaban nuestros barrios. Eran matrimonios jóvenes que le
cambiarían el rostro a todo. Y junto a las familias llegaron muchos
adolescentes.
Les llamábamos “los villanos” y como suele ocurrir nos
mezclamos con su cultura. Ellos visitaban “el pueblo” y nosotros visitábamos
“la villa”.
En la Villa
surgían distintas manifestaciones sociales, políticas, culturales y deportivas.
Era un aire nuevo para este pueblo provinciano que sólo se alteraba en el mes
de septiembre. Seguramente por eso, en un principio sólo les vimos como
forasteros e invasores, pero caminando con la historia nos fuimos adaptando a
esta convivencia.
La tarde caía y yo entraba por la parte posterior a la
última casa de la villa.
Un saludo y un abrazo. ¡Qué bueno estar entre compañeros de
ideales similares!
En ocasiones las palabras sobran. Ellos y yo sabíamos lo que
pasaba y también sabíamos lo que haríamos.
Preparamos la camioneta y partimos. Sólo íbamos cinco
jóvenes.
Ellos pertenecían a las juventudes comunistas y sabían que
yo había ingresado a las filas del MAPU. Habíamos trabajado en conjunto en un
programa de alfabetización y más que nada nos habíamos visto muchas veces en
encuentros artísticos. Eran músicos y cantaban lo que la gente en esos años
denominaba como “canciones de protesta”. Canto nuevo y popular.
En el verano del año 1971 yo había emprendido una gran
aventura. Conformé el grupo OCARQUIL y realizamos el más grande festival de la
canción de Quilicura. La comuna tenía una Alcaldesa de derecha a quien tuve que
engañar para conseguir su autorización. Cuando quiso reaccionar ya Quilicura
estaba repleto de publicidad e íbamos de un lado a otro rompiendo el silencio
de la comuna con los equipos que nos facilitó la misma Municipalidad.
Pintamos todas las
paredes con el slogan “Una canción para el verano”.
La noche del festival el estadio municipal se repletó y
todos los políticos de la época buscaban al organizador, a ver si era posible
aprovechar esa magnífica oportunidad para que la gente les escuchara. Yo estaba
en medio de ellos y nunca se enteraron.
Allí cantó entre otros, el grupo de la Villa Gildemeister.
Estos eran mis amigos.
Al finalizar la presentación en esa noche de febrero, saludaron
al público con los puños en alto.
Yo era militante del Mapu que tenía algunos partidarios en la Comuna. Nos veíamos de vez en
cuando porque más que nada éramos gente de trabajo y de acción.
En alguna ocasión nos trasladamos al teatro Independencia y
a otros lugares donde la fuerza de nuestro grito era impresionante:
¡Tírame la M.. .!
¡Tírame una A..! ¡Enchúfale la P ! ¡Termina con la U ! ¿Cómo dice? ¡MAPU!
No se escucha ¡MAPU! ¡Con más fuerza! ¡MAPU!
Solíamos llevar las banderas verdes con una estrella roja en
el centro y realizamos varias convocatorias en Quilicura. En las noches
pintábamos consignas en los muros sin que la gente nos identificara. Nuestra
opción era resaltar los logros y avances del gobierno de Allende.
En los años setenta los partidos de izquierda en Quilicura
no tenían una orgánica propia, más bien el nivel central que estaba en la
capital era el que propiciaba el trabajo.
Nosotros teníamos una “política de cuadros”.Así la llamaban
nuestros dirigentes.
Todo estaba centralizado en las sedes de Santiago y la
comuna en general no tenía una organización propia. Estábamos conectados de una
manera muy simple sin tener mayor orgánica que el mensaje de persona a persona.
De hecho, era normal que con alguna frecuencia, el partido
desplegara una pequeña campaña para que sus militantes visitaran la comuna. Era
entonces cuando desplegábamos las banderas y las consignas.
Los partidos de izquierda actuaban de este modo.
Y en Quilicura todos nos conocíamos y nos respetábamos en
nuestras posiciones políticas. La unidad popular no tenía por decirlo de algún
modo una sede política y menos una directiva comunal. Los más jóvenes sólo teníamos
como meta, el triunfo de la revolución. No estaba en nuestras mentes ni el
poder ni la ambición por destacar o hacer carrera política. Lejos de nosotros
todo aquello. Se trataba más bien de sueños e ideales sociales.
Unas gotas de lluvia caían sobre nosotros y el atardecer se
hacía ya latente; esta vez no llevamos banderas porque nuestro propósito era
ver la reacción del pueblo y si en algún sector se producían algunas
manifestaciones.
De momento todo era dispersión.
Naturalmente luego de recorrer la comuna sigilosamente no
encontramos a nadie. Y nadie tampoco nos vio.
En Quilicura la resistencia al golpe militar la constituían
cinco jóvenes absolutamente desarmados y desprotegidos que temerosos sintieron
como la decepción les inundaba sus espíritus. Éramos según decía la TV , los “extremistas”
La desesperanza y el desconcierto me llevaron a escribir
temerosamente, en una pared de adobes la frase que borró la lluvia días más
tarde:
“Allende no ha muerto”
Era ya de noche cuando regresé al pasaje de la población.
La televisión emitía en blanco y negro las imágenes de lo
sucedido durante el día.
Allende se había suicidado.
Para los periodistas lo más significativo de todo era el
bombardeo de la Moneda
que con gran precisión habían realizado los pilotos de los aviones Hawker
hunter. Junto a estos “héroes del aire”,
por fin los chilenos conocimos el rostro y la figura de quienes eran nuestros
salvadores y opresores.
“En la
Escuela Militar se realizó esta tarde la ceremonia de
juramento de la honorable Junta Militar que ha asumido el mando y el control de
nuestra patria. El juramento se realizó pasadas las 18.00 horas… “
-…¿Juráis por Dios y por la patria y por la justicia cumplir
y hacer cumplir los postulados del acta de constitución de la junta con toda la
energía de vuestro amor por Chile?
Y las imágenes mostraban como uno a uno los integrantes de la Junta Militar expresaban un
emocionado-Si juro.
Luego cada uno de ellos sintetizó en breves palabras su
visión histórica de lo que sucedía en Chile.
El Comandante en Jefe de la Fuerza área de Chile,
General del aire Gustavo Leigh Guzmán con una gran dosis de odio expresó:
-Tenemos la certeza, la seguridad de que la enorme mayoría
del pueblo Chileno está con nosotros, está dispuesto a luchar contra el cáncer
del Marxismo, está dispuesto a extirparlo hasta las últimas consecuencias”
El país quedó en estado de sitio con un régimen excepcional
de tiempo de Guerra y el toque de queda no sería levantado hasta nuevo aviso.
Las calles de Chile quedaron vacías en manos de los
militares.
Mis ojos se resistían
a creer lo que veían.
Mi mente y mis pensamientos viajaron en búsqueda de mis
compañeros de la Escuela Experimental
Artística, a mis compañeros de la Escuela
Normal José Abelardo Núñez porque fue precisamente allí donde
se forjó mi carácter socio político.
Tal vez ellos, al igual que ayer tendrían una respuesta a
todo lo que ocurría en Chile. O tal vez estaban en la misma confusión que miles
de chilenos que habíamos abierto la conciencia hacia lo que era la justicia
social.
Una película cruel se sucedió en mis pensamientos, mi
infancia, mis padres los fusiles del mediodía, las muertes que traía el rumor
de la brisa, mis pinturas en el edificio Gabriela Mistral y el inexplicable
desenlace de la revolución chilena.
Esa noche, en el secreto de la pequeña pieza de madera, en
el rincón de la población, en la oscuridad de aquel hogar humilde, aquel día
del mes de septiembre que había terminado, lloré y sofoqué mi llanto muchas
veces.
A lo lejos el ruido permanente de un helicóptero y a
intervalos las descargas de las metralletas.
Todo era una pesadilla. Tal vez lo fuera y terminara con las
luces del amanecer.
Tal vez era solo eso.
Al leerlo no se puede evitar que la nostalgia y una escondida emoción brote del alma. La importancia de nuestra historia y del pasado es ayudarnos a entender el presente. También me he dado la tarea, solitaria y cautivadora de plasmar algunos relatos, ya los dare a conocer, fue inspirador leer esto, gracias.
ResponderEliminarRecién hoy leo.A todos los que nos tocó vivir ese día y muchos más venideros, los más vergonzosos de Chile, nos quedará por siempre en la memoria y sin olvido todo el dolor y humillación que hombres sin alma hicieron vivir a los hombres y mujeres de este país.
ResponderEliminarYo no olvido, ni tranzo la dignidad de Chile y los chilenos.Mi corazón aunque vivió otras batallas en otro país de nuestra América L., siempre estubo presente y lo seguirá estando.Las fronteras las imponen los hombres mezquinos; la mía no reconoce fronteras.
Gracias por compartir su historia.Es una razón mas para aceverar todo lo que pienso.
Faltó mencionar que Quilicura también recibió bombas ese 11 de septiembre.
ResponderEliminarEl objetivo fueron las antenas de radio que estaban ubicadas frente al recinto de la estación de ferrocarriles. La onda expansiva logró que todos nos levantáramos temprano ese día.
Leo hoy, en medio del estallido, de esta explosión que sacó al pueblo a la calle por justicia social. Impresiona ver las similitudes, el poder de las armas y el dinero atacando al pueblo indefenso pero valiente. Salvo que al reves de entonces, hoy los medios intentan como sea aplacar a esta fuerza que ya perdió el miedó y defender a un gobierno de derecha. Yo era muy pequeña pal 73 y los relatos que he leido suempre han sido mas bien miticos. Impresiona leer éste, de carne y hueso, con los sentimientos que siguen intactos en nuevas generaciones. Un abrazo
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